Peregrinación de los Mixtecos (Leyenda)

Del otro lado del río mas caudaloso que se conoce al oriente de ñucanndi, (tierra caliente) existió una ciudad muy hermosa llamada Itatámi (flor perfumada) estaba adornada con jardines de perfumadas flores, su arboleda era morada de aves canoras de hermoso plumaje.

En esta ciudad se hizo famoso un hombre sabio y rico que tuvo muchas esposas con las que procreó un número asombroso de doncellas, las que al casarse resultaron ser esposas de la mayoría de los jóvenes de la ciudad, lo que motivo que aquel buen hombre, recibiera el nombre de: Zijoñu (suegro del pueblo).

Todos los moradores lo respetaban y lo reconocían como la estirpe de su raza, vivía tranquila y armoniosamente con su pueblo cuando ocurrió algo inesperado.

En el amanecer de un día cuando se iniciaban los calores soñó que en torno a su lecho, dos guerreros desfilaban tañendo el primero un ndiyiyi, (caracol) y el segundo un chambo (tambor). Despertó y desde su mansión observo que su padre el sol, surgía desde la selva con el rostro tinto en sangre, aterrorizado por aquel presagio, dispuso salir al igual que su servidumbre a comunicar a todos los hijos del sol lo que vio.

Era el medio día cuando de súbito aparecieron en la ciudad, miles de guerreros vestidos con pieles de ndica, (jaguar) y ndiyii, (puma) asesinando y llevándose a las mujeres, incendiando y saqueando.

Los yosii, (ciudadanos) se aprestaron al combate y a pesar del heroísmo desplegado durante muchos cuiyas, (años) la ciudad quedo reducida a cenizas y jamás se supo de la suerte que haya corrido Zijoñu y su linaje.

Los pocos hombres que pudieron sobrevivir al desastre no tuvieron tiempo de buscar a sus Dioses ni sus tesoros, menos a Zijoñu.

Al ver que el fuego circundaba su destruida ciudad, ante el acoso de las flamas temerarias huyeron despavoridos rumbo al poniente cruzando de inmediato el rió caudaloso se internaron en la selva la que igualmente se había tornado en una colosal hoguera.

Cuando desfallecían por la sed y por la interminable carrera, llegaron a un rió donde estaba pescando una anciana sordomuda, quien mímicamente los llamo, les entrego un pequeño ídolo que cabía en una mano y de la misma manera les indico que siguieran la dirección que llevaban. Por mucho tiempo buscaron a sus esposas e hijos hasta llegar al corazón de ñucaani, en donde a la orilla de un rió caudaloso pero menos que el de su origen encontraron a los seres que buscaban, con dificultad se identificaron porque los hijos ya habían crecido mucho y las mujeres habían envejecido.

Cuando daban gracias a su padre Ndicandi, (sol) escucharon el sonido de un caracol muy cerca del otro lado del rió.

Como los recién llegados ex-combatientes todavía presentaban cicatrices recientes como triste recuerdo de la guerra y temiendo provocar un conflicto, no fueron hacia donde el caracol sonaba, sino que mandaron a una anciana la que al poco caminar, llego a una loma en donde antes que todo, percibió olor a copal.

Vio muchas puntas de flechas regadas frente a un templo de madera con techo de palma. En ese lugar unos jutiu, (sacerdotes) adoraban a un monolito semejante al pequeño ídolo que les dio la anciana sordomuda a los recién llegados cuando venían en el camino.

La anciana no con mucha dificultad pudo entender que los sacerdotes le ordenaron que se devolviera, cumpliendo retorno e informo de su misión. Satisfechos porque iban por buen camino, pocos días después, cuando entonaban sus himnos a su padre sol, antes del crepúsculo vespertino, vieron con júbilo como aquel astro dejaba caer estrellitas de muchos colores sobre las montanas del poniente.

Fue una fecha de esperanza porque consideraron que se trataba de una señal para continuar su ruta.

De inmediato continuaron su peregrinación por el afluente de aquel gran rió, sin poder olvidar el trágico fin de su ciudad y la perdida irreparable de Zijoñu.

Pronto su pena se comenzó a disipar, fueron bien recibidos en los pueblos que tocaban a su paso los moradores ya conocían la desgracia de los caminantes que tanto llamaron la atención. Muy pronto a los cuatro puntos cardinales, se hicieron famosos al cerciorarse los pueblos ribereños de que se trataba de verdaderos artífices en la industria de la palma, orfebrería, tejidos de algodón, cerámica y plomería. La peregrinación se torno lenta pero placentera, algunas de las tribus lograron fusionarse con otras y de estas tribus fueron requeridos maestros para otras de diferente filiación.

Fieles a Ndicandi (sol) seguían avanzando por las montañas, bajo el mismo camino que el astro rey sigue en el cielo.

Al cruzar las cimas de las montañas las tribus estuvieron a punto de perder su ruta. Los sacerdotes entonaron sus himnos sagrados al despuntar el alba e hicieron una fogata de cuya humareda surgió una too, (paloma) que batió sus alas dando la dirección a seguir por el sureste. Cansadas las tribus de peregrinar, llegaron a un lugar de muchas nubes al que pusieron por nombre ñunovico, (tierra de nubes) como en este lugar la paloma se perdió, dispusieron buscarla una temporada de secas.

Pronto se supo que unas tribus habían vencido las montañas y que desde la cúspide pudieron divisar el tiñuu. (Mar) a cuya costa descendieron y se percataron que totalmente ardía en llamas, que a pesar de ello, unas tribus se internaron.

Allá vieron por última vez a la paloma que muy fatigada callo entre las llamas que inmediatamente tomaron el color del ave y momentos después se apagaron. Conocida esta noticia por los habitantes de ñunovico, vivieron un tiempo de tristeza, temerosos de una nueva tragedia como la de Itatami. (Flor Perfumada).

Un día de luz resplandeciente, vieron llegar una bandada de cuervos, los que revoloteando sobre aquel lugar, regaron mazorcas de hermoso maíz. Aquel nuevo día fue considerado como el fin de su peregrinación y fundaron su ciudad siendo el máximo jefe Ndivayachi. (Flecha Veloz) desde entonces partiendo del lugar, las tribus se diseminaron y multiplicaron por todas partes. Esta leyenda fue conocida por el señor José Cipriano Aguilar natural de Ixpantepec Nieves a principios del siglo XIX, la relato a la señora Maria Demetria Olea originaria de Patlanala para que la escribiera con su puño y letra.

Dicha señora, en edad muy avanzada regalo el manuscrito a su hija Juliana Solano en la ciudad de Huajuapan el 1 de Diciembre de 1901, según el profesor Gumesindo Aguilar Maldonado, este documento fue entregado junto con una Biblia y un retrato de la señora Olea y que el retrato se conserva, no así el manuscrito que fue solicitado en calidad de préstamo por el sacerdote de apellido Nava en el primer lustro del siglo XX, en el pueblo de San Miguel Tlacotepec. Concedidos por la señora Solano ya no se volvió a saber de dicho documento.

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